Guillermo Díaz
La oligarquía morenista del estado traiciona a cada paso la 4ta transformación. Dirigida por Juan Carlos Loera, el autoproclamado y fallido virrey de Chihuahua, desde la llegada del presidente Andrés Manuel López Obrador y por segunda vez delegado del Bienestar en el estado, ha iniciado la formación de un pequeño grupo de “aristócratas” partidistas, quienes por tres años han sostenido una guerra interna en el partido, contra todo aquel que ose cuestionar a Loera.
Todo inició cuando en el año 2018, Juan Carlos fue designado como delegado de la nueva secretaria del bienestar, acto seguido, se asumió como el natural nuevo gobernador del estado. Solo que en el cumplimiento de lo que el creía mero tramite, estaba por delante la lucha electoral, contra el todo poderoso conservadurismo político chihuahuense. En su arrogancia y prepotencia, Juan Carlos Loera creyó ser el omnipotente político estatal que tendría una solución para todo problema. Ahí comenzaron los fallos que se enumeran a continuación.
Primer error, dar una opinión que no le correspondía y entrar en un tema tan delicado en uno de los municipios afectados. Los productores del campo en Ojinaga lo repelieron, a punta de gritos y verdades sobre su discurso por el pago del agua al vecino país, rechazado por todos los agricultores de la región, que vive, que persiste y que se desarrolla gracias al vital liquido, necesario para sus labores de campo.
Segundo error, después de su primer gran fallo, los demás fueron en cascada, jamás desdijo, ni cambio sus palabras, nunca fue capaz de poner en duda si su idea sobre el pago del agua a los estados unidos podrían ser un tema a debatir con los productores, en su cuadrada idea, asumió que su verdad era la única verdad, craso error.
Tercer error, con su acostumbrada arrogancia vista por hasta el menos observador de los mortales; Juan Carlos Loera sin la menor intención de aceptar sus errores, provoco el fuerte desgastamiento en los meses electorales del presidente de la República, del partido y de su candidatura. Sus dichos sobre un asunto que no le correspondía, y que, en esta idea formada por su ego sobre su omnipotencia y que le llevo a dar su muy equivocada opinión. Dicho fallo, fue politizado y tomado como grito de guerra por el conservadurismo panista; la campaña de Maru Campos, fue en gran parte dirigida o diseñada con la intención de alentar cierto orgullo regionalista, haciendo creer a gran parte de los y las chihuahuenses, que el gobierno de la 4T, era para todos, menos para Chihuahua. Juan Carlos despertó un desprecio en la entidad por la izquierda progresista que se creía que el 2018 había logrado superar.
«Dicho fallo, fue politizado y tomado como grito de guerra por el conservadurismo panista; la campaña de Maru Campos, fue en gran parte dirigida o diseñada con la intención de alentar cierto orgullo regionalista, haciendo creer a gran parte de los y las chihuahuenses, que el gobierno de la 4T, era para todos, menos para Chihuahua.»
Cuarto error, iniciada la campaña y con su bien remunerado grupo de asesores capitalinos, algunos de ellos, Carlos Guerrero su secretario particular durante la campaña, Sergio Ramos Lechuga uno de sus coordinadores de movilización y a quien pagó sus favores con la delegación del bienestar en la región del conchos con cabecera en el municipio de Delicias; fueron entre algunos más, los encargados del manejo de campaña que continuó con la misma línea de trabajo que había marcado su administración en el bienestar, la división del partido y la imposición de candidaturas a pequeños caciques o figuras en los distintos municipios que ellos creyeron les daría lo suficiente para lograr lo que por tres años no habían tenido ni la capacidad, ni la intención de hacer y que era formar una base solida que le diera el apoyo necesario para pelear por el gobierno del estado.
Quinto error, su proyecto nunca fue aceptado. El día D había llegado, las elecciones estuvieron en plena calma, salvo pequeños hechos ocurridos, nada que cambiara los destinos de lo que la ciudadanía chihuahuense había decidido. Maru Campos, el conservadurismo político chihuahuense, la incapacidad de un candidato opositor que jamás logro conectar con los ciudadanos, la polarización de un partido nuevo como morena y que se encuentra en medio de una lucha intestina por puestos y ganancias, hizo que su derrota fuera mero tramite. Maru Campos arraso al pusilánime candidato Loera.
Sexto error, su regreso. Antes del inicio de la campaña se dijo que ningún funcionario del bienestar podría ser candidato, a menos que renunciara, pero, sin posibilidades de regresar a su puesto.
Como buen priista se aferro a la máxima de “nada peor que vivir fuera del presupuesto”. Juan Carlos Loera, antes de ser definido como candidato por MORENA; primero, renunció a la delegación del bienestar en el estado; segundo, regreso a su curul plurinominal en el cámara de diputados; tercero, con la dudosa designación hecha por Mario Delgado como candidato, pide permiso en San Lázaro; cuarto, llega como candidato a gobernador; cinco, es apaleado por Maru Campos; seis, nuevamente regresa a su curul como diputado; siete, termina su periodo; y ocho, dos meses después, nuevamente es designado como delegado del bienestar en Chihuahua, todo en menos de un año.
Con su retorno, iniciaba entonces también su venganza. Herido su ego por la derrota, la vendetta, venia por que venia. Su más claro objetivo era la región del conchos, esa que lo acusó como el principal culpable del problema del agua y la que según sus números, terminó provocando su derrota.
El inicio fue la destitución como delegada del bienestar en la región de la Maestra Leticia Loredo, a quien se acusó entre las filas partidistas de la región, de no haber dado su apoyo para la campaña de Juan Carlos; con la destitución de la maestra fue nombrado Sergio Ramos Lechuga, originario de la Ciudad de México, quien fungió como uno de sus coordinadores de campaña y hasta donde se sabe, su llegada a Chihuahua, fue su lotería con la responsabilidad asignada por el dolido Loera. Después de la destitución de la maestra Loredo, continuaba su revancha contra su gran y odiado rival, Camargo; el que tomo las presas, las casetas, las carreteras, aquellos que no se han dejado vencer y a quienes, con sus actos, Juan Carlos parece haber jurado venganza.
Los que siguieron en la lista de las represalias de su plan, fueron los tres que en Camargo iniciaron los censos, esos que antes de que fuera oficialmente el inicio del gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, habían sacrificado; tiempo, dinero, esfuerzo, a los que después se unirían otros compañeros y que, como ellos, han dado la cara y sacado el trabajo a pesar de las necesidades que su labor implica y las que a pesar de ello se han encargado de cumplir en el municipio. A los mismos que no se les ha respetado un mínimo los derechos laborales a los cuales tanto apela el presidente de la república.
Pero el plan tiene un maquiavélico trasfondo y este es un intento de continuar en Camargo lo que ya se esta haciendo en otros municipios, que es el de utilizar las oficinas gubernamentales como un brazo político para tomar el partido e iniciar el negocio de su vida, en beneficio de el y su oligarquía, repartiendo candidaturas, puestos, licitaciones y demás, en beneficio de esa oligarquía que en el discurso jura seguir los lineamientos del presidente, pero que en los hechos los traiciona a cada momento.
El rencor guardado por Juan Carlos y su grupo de poder es tan grande, tan equivocado y tan perverso, que creen que los culpables de su derrota son los servidores de la nación, su furia es tal, que ha iniciado una venganza que no quiere terminar y que tendrá como resultado, tarde o temprano, el hundimiento de su carrera política.