[cm_simple_footnote id=”1″]
David Barrios Rodríguez[cm_simple_footnote id=”2″]
Encontramos el horror de las piezas de cadena en que convierten las fábricas a las personas de carne y hueso. Inevitable recordar a Charlie Chaplin en “Tiempos modernos”. Una ciudad dormitorio, más, mucho más que las otras por las que pasamos, al servicio de ciento setenta y cinco empresas de partes y piezas que serán ensambladas en cualquier otra parte del mundo, que llevarán etiquetas extranjeras, y que serán utilizadas y consumidas en países ricos por gente que jamás se preguntará de quién fueron las manos que tan acuciosamente trabajaron en su fabricación […]Cada pieza ha sido juntada, ordenada y pegada por alguien que pierde la identidad y el alma detrás de una cinta empacadora, sufre de artrosis prematura. O llora la soledad de un desamor. Entran y salen en los cambios de turno miles y miles de muchachas anónimas, que sobreviven gastando lo que ganan a diario. Diez veces menos de lo que ganarían en El Paso haciendo cualquier oficio. Por eso, porque más que mujeres se han vuelto parte de las máquinas en las que trabajan, ya se perdió la cuenta de cuántas han sido asesinadas. Espaldas mojadas. Historias de maquilas, coyotes y aduanas. Alfredo Molano Nadie presta atención a estos asesinatos, pero en ellos se esconde el secreto del mundo… 2666 Roberto Bolaño
En Juárez, muchos han sido los esfuerzos de las mujeres por combatir la barbarie, generaciones de ellas que han luchado contra las deshumanizantes condiciones de trabajo en las maquiladoras, denunciando la violencia descarnada asociada con el feminicidio y de manera más reciente contra la militarización de su ciudad. Hemos tenido oportunidad de entrevistar a siete mujeres, activistas, quienes provienen de distintos procesos de lucha, con diferentes posturas y estrategias políticas. Ellas nos hablan de las implicaciones de la lucha social en Ciudad Juárez desde la condición de mujer.
I. El laboratorio de violencias
Ciudad Juárez, urbe mexicana de frontera con Estados Unidos lleva consigo desde el último tercio del siglo XX un estigma de violencia. A comienzos de la década de los noventa cobró notoriedad mundial por la emergencia de los casos de desaparición y asesinato de mujeres conocidos como feminicidios.[cm_simple_footnote id=”3″] Esto se dio de manera paralela al desarrollo de la estructura del Cártel de Juárez asociado en esa época con la figura de Amado Carrillo, conocido como “El señor de los cielos” y que a partir de esa década junto con otras organizaciones similares reemplazaron a las colombianas como las principales empresas dedicadas al tráfico de estimulantes ilegales para el mercado más ávido de éstos en el mundo: Estados Unidos.[cm_simple_footnote id=”4″] De manera más reciente, entre 2008 y 2011, fue considerada la ciudad más violenta del planeta por sus tasas de asesinato en el marco de la militarización de sus calles como resultado del lanzamiento de la llamada “guerra contra el narcotráfico”. De esta manera, tenemos que la urbe ubicada en el desierto de Chihuahua, el más extenso de Norteamérica, está asociada con la peligrosidad de sus calles, tráficos ilegales, la actuación de grupos clandestinos que asesinan gente y con toda una serie de eventos de violencia directa como balaceras, ejecuciones y masacres.
Una mirada más detenida permite observar que existe una correlación entre esa condición de violencias desbordadas y la conformación de esta ciudad como un laboratorio social de distintas políticas, en las que ha tenido un papel determinante una violencia estructural que ha sido pacientemente confeccionada desde hace décadas. En lo que se refiere al mundo del trabajo, a partir de mediados de la década de los años sesenta, pero con mayor énfasis desde los años ochenta y noventa, fue la punta de lanza de la introducción del modelo productivo maquilador, mismo que contribuiría a la postre a redefinir las relaciones laborales en distintas regiones del planeta. En los años noventa cuando el neoliberalismo era implementado en toda la región, Ciudad Juárez fue presentada como un modelo de las virtudes de éste, entre las que se destacaba la prácticamente nula tasa de desempleo y las crecientes inversiones extranjeras en los parques industriales. La cara oculta del auge de este modelo productivo es que trajo consigo modificaciones en las condiciones laborales que después se generalizarían con la implementación de las políticas económicas neoliberales y que para el caso de la maquila, implican una competencia con otros países por contar con los salarios más bajos en pos de la “competitividad”; así como otras características identificadas con la denominada flexibilización laboral, un conjunto de medidas que en síntesis, eliminan la seguridad de los trabajadores en beneficio de la acumulación de capital. A partir de éste arquetipo productivo, de manera paulatina se han precarizado las condiciones de trabajo, con las restricciones para la organización de las y los trabajadores o la introducción de “turnos especiales” que alternan el día con la noche. A esto hay que agregar que las actividades desarrolladas en las maquiladoras por las personas que ahí laboran consisten en movimientos repetitivos, desgastantes y en los que se esfuma todo contacto con el resultado de su trabajo.
"Hablamos de una ciudad en que las personas destinan mayor tiempo por semana al trabajo que en otros lugares de México, al mismo tiempo que durante décadas no ha contado con suficientes y adecuadas oportunidades de estudio y recreación para las generaciones de niñas y niños que han nacido y crecido en la urbe."
A la puesta en marcha de dicho esquema laboral resulta indisociable la cualidad fronteriza de la urbe, ya que por un lado, abarata los costos de producción y transporte hacia Estados Unidos, y por el otro es un lugar en el que constantemente se renueva la mano de obra dispuesta para trabajar en las maquiladoras. Ambos elementos han resultado centrales para comprender la conformación de la sociabilidad de la ciudad. Se trata de un territorio que es acceso y dique frente a la mayor potencia a nivel planetario, abierta para el cruce de mercancías y cerrada para el tránsito de personas. Es por ello que cuenta con una población flotante, que ha conformado un tejido social no convencional: en ocasiones habitando la ciudad de manera provisional al intentar arribar a Estados Unidos o vinculándose al trabajo en las plantas maquiladoras por un cierto tiempo. Como señala Ileana, joven estudiante de sociología en relación a las políticas que se experimentan en Juárez:
…la condición de frontera, el estar cerca de Estados Unidos implica todo el proceso de globalización, en que eres un trabajador que eres reemplazable, no detienes un proceso de producción […] La frontera siempre ha sido otra cosa y pensamos que siempre ha sido un espacio de experimentación de violencias. Aquí se implementó el proceso de militarización, ha sido un laboratorio históricamente en donde las políticas del capital y del estado repercuten inicialmente aquí y se extienden a lo nacional.[cm_simple_footnote id=”5″]
A esto que apuntamos, quedó aparejada la conformación de una ciudad que creció tanto en población como en extensión de manera exponencial con el arribo de miles de personas atraídas por la promesa de trabajo en los parques industriales o en el intento por cruzar la frontera hacia Estados Unidos. En términos globales la ciudad fronteriza mexicana ha tenido una enorme expansión demográfica que en alrededor de 35 años (1970-2005) pasó de 567 mil 365 en 1970 a 1 millón 301 mil 452 habitantes.[cm_simple_footnote id=”6″] Cientos de miles de personas quienes poblaron las periferias de la ciudad y para las que no fueron previstos servicios básicos, infraestructura, ni medios de transporte. En el caso de la abogada Elizabeth Flores, oriunda de Ciudad Juárez y que al igual que la mayor parte de las personas que habitan en la ciudad, en algún momento trabajó en la Industria Maquiladora de Exportación (IME), la lucha por conseguir mejores condiciones de trabajo para las mujeres vinculadas con dicha actividad productiva, viene de largo. En su momento, ante el panorama de la maternidad en una ciudad sin servicios educativos, ni espacios recreativos para las y los niños de las trabajadoras de la maquila surgieron esfuerzos por ofrecer alguna alternativa:
…promovimos las primeras guarderías de la ciudad, porque las madres obreras dejaban a sus hijos solos o los dejaban a cargo del hermanito mayor, que no eran todavía capaces de cuidarlos, no había forma ni podían pagar una guardería privada.[cm_simple_footnote id=”7″]
Hablamos de una ciudad en que las personas destinan mayor tiempo por semana al trabajo que en otros lugares de México, al mismo tiempo que durante décadas no ha contado con suficientes y adecuadas oportunidades de estudio y recreación para las generaciones de niñas y niños que han nacido y crecido en la urbe.[cm_simple_footnote id=”8″] Sin afán de establecer causalidades fatales, lo cierto es que algunas características de la conformación urbana de Ciudad Juárez han contribuido a moldear las condiciones que han exacerbado la problemática de inseguridad pública o ciudadana; así como el despliegue de distintos tipos de violencia en la urbe.
II. La emergencia de los feminicidios
Es a partir del año 1993 que se hicieron públicos los crímenes conocidos como feminicidios: casos de desaparición y asesinato de mujeres en muchas oportunidades vinculadas con el trabajo en las maquiladoras. El hallazgo de cuerpos, osamentas y restos de mujeres, quienes habían sido torturadas sexualmente antes de ser asesinadas en distintos puntos de la ciudad o a las afueras de ella, hizo que distintas miradas a nivel mundial se fijaran en Juárez. En ese entonces la disputa por el esclarecimiento de los crímenes se enfrentaba, por un lado, con la condena social que hacía de las jóvenes responsables por su muerte: se les acusaba de llevar una “doble vida”, de comportamientos considerados inmorales, o por adoptar hábitos transgresores de la tradición (incluida la autosuficiencia económica). Por el otro, en el contexto en que Juárez era promovida como modelo de la globalización por las actividades económicas ahí desarrolladas, las autoridades del gobierno y los grupos empresariales consideraban que la denuncia por la desaparición y asesinatos de mujeres constituían una campaña para deteriorar la imagen de una ciudad “pujante”.
"...para algunas de las activistas que tuvimos oportunidad de entrevistar y para quienes es patente que la problemática continúa, queda claro que existe una cierta imbricación entre la manera como se concibe a la fuerza de trabajo en las maquiladoras y la violencia y explotación ejercidas sobre los cuerpos de las mujeres..."
En relación a estos crímenes que en términos generales han gozado de inusitada impunidad, se han formulado las más diversas hipótesis. Estas van, desde la presencia de asesinos seriales, producción de películas snuff, sacrificios de narco brujería; pasando por la existencia de un ilícito trasnacional que vincularía a gente poderosa de ambos lados de la frontera con el asesinato sistemático de mujeres; hasta la idea que establece que lo desarrollado en Juárez desde la década de los noventa es una suerte de “furor misógino” en que de maneras diversas se ejerce una violencia exacerbada sobre las mujeres.[cm_simple_footnote id=”9″]
De nada han servido las investigaciones de las policías locales y las instancias de procuración de justicia nacionales, quienes en repetidas ocasiones han simulado procedimientos al inculpar a presuntos asesinos seriales, incriminar a chivos expiatorios cuyas confesiones fueron sacadas mediante el recurso de la tortura, o entregando a las familias restos que no coincidían con las de sus jóvenes desaparecidas.[cm_simple_footnote id=”10″] Ni siquiera resultaron del todo esclarecedoras las intervenciones de actores internacionales como el Buró Federal de Investigación de Estados Unidos (FBI) o el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). Tampoco han sido suficientes las profusas y en muchos casos valiosas investigaciones desde el ámbito del periodismo y la academia para saber a ciencia cierta cuáles fueron los agentes que desde distintas instancias produjeron ese dramático fenómeno. El Estado mexicano que incluso ha recibido una sentencia por parte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en el caso conocido como “Campo algodonero”, se ha limitado a cumplir con algunos de los resolutivos de la misma, excluyendo aquellos puntos que introducen la posibilidad de justicia para las jóvenes asesinadas y sus familias.[cm_simple_footnote id=”11″] De este largo proceso, para algunas de las activistas que tuvimos oportunidad de entrevistar y para quienes es patente que la problemática continúa, queda claro que existe una cierta imbricación entre la manera como se concibe a la fuerza de trabajo en las maquiladoras y la violencia y explotación ejercidas sobre los cuerpos de las mujeres, como señala de nuevo Ileana Espinoza:
Somos sujetos que somos objetivizados y que estamos a disposición, somos mercancía, en las que no solo se comercia con nuestra mano de obra, sino con nuestros cuerpos. Se ha vuelto toda una mafia empresarial en la que considero que es un aporte de flujos de dinero traficar con cuerpos, sexualmente y también con órganos. Hay un perfil de estas mujeres que son carnada y que son al mismo tiempo emblema por lo que ha sucedido históricamente.[cm_simple_footnote id=”12″]
"Para aquellas activistas que les tocó luchar y movilizarse durante los años noventa contra el fenómeno de la desaparición y asesinato de jóvenes o con otras reivindicaciones, la condición de ser mujer incrementaba el riesgo de sufrir algún ataque, tanto por parte de las autoridades de la ciudad, como por los grupos interesados en la preservación de la impunidad."
Aun así, un elemento que resalta de este proceso de la urbe fronteriza es que a pesar de que a primera vista resulta un fenómeno de alto impacto mediático, para segmentos del grupo poblacional que podría ser afectado de manera específica, es decir las mujeres jóvenes, no siempre existe información disponible sobre el mismo. De esta manera, algunas de las activistas más jóvenes que en los últimos años se han vinculado con estas luchas, reflexionan sobre el desconocimiento que hay sobre la problemática del feminicidio en la ciudad, lo que dificulta la posibilidad de prevenir los casos de desaparición:
Ni de niña, ni de adolescente […] Yo jamás estuve enterada, ni consciente, ni de dónde vivía, ni qué estaba pasando. Empecé a ser más consciente de eso porque fui compañera en una clase de inglés en la Universidad de Mónica Alanís y a medio semestre ella desapareció; yo nunca supe muy bien que le había pasado, estaba muy ensimismada en mis conflictos. La reacción de las personas que estaban con ella en la carrera fue peyorativa: que se fue, que se drogaba; ni siquiera se preocupaban sobre cómo desapareció, ni en qué términos. Ya cuando me divorcié, cuando empecé a cuestionarme de cómo vive en realidad la gente, de las mujeres jóvenes que estudian, que están casadas, que son mamás, que trabajan y que andan en las rutas* sobre todo, me di cuenta de que sí es un tema muy delicado.[cm_simple_footnote id=”13″]
Por su parte, Vanessa Vargas Hernández, egresada de la carrera de sociología, activista y que en la actualidad se dedica al comercio en un bazar cultural, señala que desde su experiencia tampoco entre el mundo de las trabajadoras de la maquila está siempre presente el tema de las desapariciones y los feminicidios que han conformado la imagen de peligrosidad de ser mujer y habitar en la ciudad:
A los 16 años entré a trabajar a la maquila, pero no lo dimensionaba, no lo tenía en mente. Iba a trabajar para juntar dinero, porque iba a entrar a la prepa. Como que las jóvenes no dimensionamos esta problemática, porque no hay difusión; sí hay dentro de la escena gente que denuncia el feminicidio, las desapariciones. Yo creo que las jóvenes no dimensionan a que riesgo pueden estar sujetas. Cuando entré a la universidad, la carrera hace que veas todo eso.[cm_simple_footnote id=”14″]
Para aquellas activistas que les tocó luchar y movilizarse durante los años noventa contra el fenómeno de la desaparición y asesinato de jóvenes o con otras reivindicaciones, la condición de ser mujer incrementaba el riesgo de sufrir algún ataque, tanto por parte de las autoridades de la ciudad, como por los grupos interesados en la preservación de la impunidad. Griterío es un proyecto de información y comunicación que surge por aquellos años. Como una manera de acceder a la población de la ciudad se abocaron a crear un periódico tabloide que posteriormente pegaban en las calles de la urbe, incluidas las del centro, zona que desde los años noventa es uno de los lugares identificados con la desaparición de las jóvenes. Como señalan dos mujeres integrantes de esta experiencia de lucha, a la represión desde entonces habitual, se agregaba el temor por lo que sucedía con los crímenes contra su género:
Era cabrón pegar el chingado periódico en la ciudad porque conocemos lo que es Juárez, una ciudad altamente represiva. El contexto de ser mujer dentro de esta sociedad, no solamente era que nos pusieran un chingadazo, que nos llevaran a la cárcel, sino que estamos hablando de los años 1997-1999 y 2004-2007. Sabíamos que el hecho de estar en las calles también nos ponía en riesgo como mujeres y nos enfrentábamos a la desaparición, porque aquí en Juárez era y es la ciudad de la magia: la gente desaparece, principalmente las mujeres. Era enfrentarte ante ese peligro, así fue como sacamos Griterío. Hicimos una serie de materiales gráficos, carteles, stickers y tapizamos la ciudad. Producíamos información y la sacábamos a la calle, y acompañábamos cualquier tipo de movilización, pero nuestro trabajo era hacer medios.[cm_simple_footnote id=”15″]
Desde entonces, algunos avances han sido fruto de la lucha de mujeres y organizaciones, sin embargo la problemática continúa. Las personas involucradas en la denuncia de estos crímenes han sido de manera constante acalladas a través de distintas estrategias de desmovilización que se han basado en el hostigamiento de activistas e incluso a través de intentos de cooptación. En todo caso después de más de veinte años de la emergencia pública de la problemática, ha quedado claro que detrás de estos crímenes no sólo están presentes el odio o la misoginia, sino también poderosísimos intereses económicos. En efecto, existen indicios en torno a que la impunidad promovida por las autoridades del estado y la ciudad, está amparada por la implicación en estos crímenes de poderosas familias que controlan actividades económicas diversas. Esto supone un riesgo extra para las activistas de la ciudad, como señala Yessica Morales, estudiante de derecho en la UACJ:
Para mí ser una activista en una ciudad donde hay desapariciones y feminicidio es estar resistiendo todos los días. No digo que sea malo o feo, me tocó vivir aquí, conocer este proceso y por decisión propia decido luchar contra él. Sabía en lo que me metía. En esto de las redes de trata y la desaparición de mujeres están implicadas familias poderosas de Ciudad Juárez. Empresarios vinculados con la comercialización de leche, dueños de canales de televisión, de gas. Entonces no es que yo sea muy paranoica o algo así, pero sí procuro tomar algunas medidas cuando camino por la calle en la noche, en el centro, que es un foco rojo de desaparición de mujeres, el centro es donde más han desaparecido.[cm_simple_footnote id=”16″]
III. Ocupación militar de la ciudad y nuevo ciclo de desaparición de mujeres
En marzo de 2008 Juárez fue escenario del arribo de miles de soldados en el marco de la instrumentación de una estrategia de seguridad pública basada en la militarización de la ciudad con el objetivo declarado de combatir al llamado “crimen organizado”. Como resultado de dicha campaña entre 2008 y 2011 fue considerada la ciudad más violenta del mundo por sus tasas de asesinato que en todo el proceso implicaron la muerte de más de 10 mil personas, en una ciudad de menos de un millón y medio de habitantes. Además de ello miles de casas fueron abandonadas como resultado de un éxodo, que sin ser reconocido como desplazamiento forzado, hizo que huyeran de la urbe al menos 230 mil personas, cifra problemática porque no es clara la correlación entre aquellas que cambiaron de residencia, volvieron a sus lugares de origen, o se refugiaron en distintas ciudades estadounidenses, en especial en El Paso, Texas.[cm_simple_footnote id=”17″] Durante este periodo de tiempo la ciudad se convirtió en escenario de miles de ejecuciones, desapariciones y masacres; eventos en los cuales la mayor parte de las personas asesinadas ocupan el rango etario entre los 18 y los 35 años, por lo que se acuñó el concepto “juvenicidio” para aludir al aniquilamiento de un sector de la población y en cierto sentido establecer una continuidad con el proceso de violencia y sevicia desplegada sobre las mujeres en la ciudad fronteriza.[cm_simple_footnote id=”18″] Además de ello, en los años de mayor zozobra (2008-2011) también se estimaba que cerca de 10 mil negocios habían sido abandonados, aun cuando la IME (Industria Maquiladora de Exportación) creció un 5% durante los mismos.[cm_simple_footnote id=”19″]
Elizabeth Flores, quien participó en las primeras reuniones y manifestaciones contra la desaparición y asesinato de mujeres en los años noventa, tiene claro que ésta ha sido sólo una de las expresiones, aun con toda su crudeza, de los distintos tipos de violencia que recaen en las habitantes de la ciudad, para quienes las crisis económicas o la situación de desasosiego que produjo la militarización y el crecimiento desbordado de la violencia tienen efectos mayores:
Las mujeres sufrimos con diferente rigor, en Juárez al menos el desempleo, la inseguridad; lo hemos sufrido en diferente manera. A pesar de que entre 2008 y 2011 la mayor parte de las víctimas de asesinato fueron jóvenes varones, esto ha afectado más a las mujeres, quienes sufrieron las peores consecuencias […] le llamamos la violencia que no deja marcas, pero que ahí está. Son mujeres marcadas por la violencia, porque las exigencias suben, porque las prestaciones bajan, porque las oportunidades son pocas, porque conservar el empleo conlleva otras muchas cosas, no sólo tener la capacidad, sino tolerar abusos, violencia, violencia laboral que está ahí y que también afecta profundamente a las mujeres.[cm_simple_footnote id=”20″]
"Para las mujeres de Ciudad Juárez, fue especialmente significativa la lucha de Marisela Escobedo, oriunda de Chihuahua, pero quien a partir de vivir la experiencia de la desaparición de su hija, Rubí Frayre Escobedo no cejó en su lucha por la justicia y llevó a cabo diversas manifestaciones públicas para visibilizar la problemática del feminicidio en el contexto de la supuesta guerra contra el narcotráfico."
Sin embargo es precisamente durante el periodo en que la ciudad llegó a estar ocupada hasta por 8 mil efectivos militares, que fenómenos de violencia directa hacia las mujeres como la desaparición y el asesinato se incrementaron como nunca antes. En esta nueva etapa los crímenes fueron ocultados a partir de la instalación de un sentido común que señala que cualquier muerte violenta está relacionada con las pugnas entre las distintas facciones del llamado “crimen organizado”. Fue precisamente la denuncia de dicho encubrimiento lo que permitió la articulación de un nuevo movimiento de familiares de víctimas, quienes surgieron en un momento especialmente represivo en la ciudad y el país en que fueron asesinados un número considerable de activistas.[cm_simple_footnote id=”21″] Para las mujeres de Ciudad Juárez, fue especialmente significativa la lucha de Marisela Escobedo, oriunda de Chihuahua, pero quien a partir de vivir la experiencia de la desaparición de su hija, Rubí Frayre Escobedo no cejó en su lucha por la justicia y llevó a cabo diversas manifestaciones públicas para visibilizar la problemática del feminicidio en el contexto de la supuesta guerra contra el narcotráfico. En la memoria de madres de jóvenes desaparecidas; así como de personas solidarias con su lucha, está presente el duro esfuerzo de Marisela, quien tuvo que investigar ella misma para descubrir que el asesino era la pareja de Rubí, Sergio Rafael Barraza Bocanegra; perseguirlo y prácticamente entregarlo a las autoridades. Posteriormente, el propio asesino confeso, quien guió a la policía hasta el lugar donde había arrojado los restos de Rubí, sería absuelto por unanimidad, ya que según declararon los jueces, el Ministerio Público “no logró acreditar la causa de muerte.” Marisela continuó denunciando la impunidad hasta que fue asesinada en diciembre de 2010, a las puertas del Palacio de Gobierno en Chihuahua, capital, mientras mantenía un plantón. De esta manera las madres de decenas de mujeres desaparecidas en los últimos años encontraron un ejemplo, una forma de luchar:
De estar denunciando en las calles, de no tener miedo porque sabemos a lo que nos estamos enfrentando, de plantarte afuera de la fiscalía. Eso es algo que le dejó Marisela Escobedo también a las mamás. Marisela hizo caminatas desnuda, hizo plantones afuera de la fiscalía, hizo plantón afuera de la Secretaría de Gobernación y entonces hemos ido adoptando eso de tomar las calles, denunciar públicamente todo. Si nos están amenazando, hacer esto, que si las mamás quieren hacer algo, pues tenemos que hacer una rueda de prensa. Creo que hemos tomado las escuelas de lucha de todas aquellas mujeres que lucharon en contra del sistema, que han sido asesinadas.[cm_simple_footnote id=”22″]
De esta manera, surge a comienzos de 2011, tan sólo unos meses después del asesinato de Marisela Escobedo, el “Comité de Madres y Familiares con Hijas Desaparecidas de Ciudad Juárez”, como una respuesta al incremento en la desaparición de jóvenes, especialmente en el centro de las calles de la ciudad. Como señalábamos con anterioridad, a pesar de los antecedentes de crímenes contra las mujeres que forman parte de la imagen de la ciudad y de los esfuerzos de organizaciones y activistas por denunciarlas durante los últimos veinte años, las calles de Juárez siguen siendo sumamente peligrosas para sus habitantes. Desde la experiencia cotidiana, el ser mujer en Juárez implica estar expuesta a toda una serie de amenazas, una suerte de estado de indefensión, en la que el género también es una condición que exacerba la posibilidad del abuso. Aun cuando ninguna de las mujeres entrevistadas comparte una visión victimizadora de su condición, sí reconocen la vulnerabilidad polimorfa a la que están expuestas las mujeres en la ciudad, el testimonio de Diana, da cuenta del temor y la incertidumbre que subyace a la experiencia de ser mujer:
Sí hay trayectos que me hacen sentir vulnerable por todas las dinámicas, sobre todo en el centro, es donde es más peligroso estar, solamente estar, no importa sí es de noche, no importa si es de día, es toda una red que opera y a medida que vas siendo más consciente te das cuenta que por todos lados te están vigilando. Las personas que llegan, las personas que se van de la plaza, sí es un estado de vulnerabilidad, basado en la clase. Yo al principio no estaba enterada ni de donde vivía, porque a mí siempre me llevaron, me trajeron. Empecé a hacer las cosas por necesidad, por mi cuenta, fue cuando entendí que hay muchas dinámicas; violencia sobre todo, más allá de que estés al pendiente de quien te puede levantar, de quien te puede desaparecer, es por la violencia que se vive. Es sexual, acosos callejeros, eso también te marca, te hace sentir vulnerable también en el transporte, el quedarte sola en la ruta o que se está quedando casi vacía, como te miran, no sé, es toda una violencia, y lo que te dicen también. Incluso es como si existiera o creyeran que tienen un poder de simplemente por ser mujer y joven, tomar decisiones por ti. Acercarse, insistirte, hostigarte hasta tal punto de querer llevarte, estás esperando la ruta y te hostigan para que no te subas. Y entonces una ya no sabe si es por su machismo estructural o si es parte de la red, si te están siguiendo, si no te están siguiendo, si ya saben quién eres o si sólo es una persona que no tiene respeto ni por sí, ni por las mujeres, ni por nadie.[cm_simple_footnote id=”23″]
"Una de las acciones más significativas realizada por este Comité fue la “Caminata por la vida y la justicia para las jóvenes desaparecidas en Ciudad Juárez”, un recorrido de casi 400 kilómetros por el desierto de Chihuahua y en pleno invierno para solicitar una reunión con el gobernador de la entidad César Duarte, con el objeto de exponer los casos de las jóvenes desaparecidas y entregar un pliego petitorio."
Durante los últimos años, tanto el Comité de Madres como las activistas que han estado cerca de ellas en la lucha, han reflexionado sobre la evolución de la problemática desde los años noventa hasta la fecha y han podido establecer diferencias fundamentales que reconfiguran el fenómeno. Como señala de nueva cuenta Diana:
Me parece que con el Comité de Madres lo que ha pasado es que todas han sido desapariciones para explotarlas sexualmente, parece ser. Las han visto en bares, las han visto en situaciones que tienen que ver con lo sexual. Entonces es explotación y más bien en los casos, bueno, es lo que yo he podido ver, cuando encuentran a una de las personas que han desaparecido [asesinada], es bajo una situación de mucha presión. Con el Comité pasaron años, 4 o 5 años que tenían de desaparecidas y no fue hasta que hubo un momento de presión del movimiento, cuando todos los ojos se volcaron hacia el Comité, hacia lo que estaba pasando en la ciudad, que empezaron a entregar los restos de cuerpos, pero fue de manera sistemática. Empezaron a sacar los cuerpos para sacar a las mamás del movimiento, entonces sí hubo mamás que se desmovilizaron, después algunas aun reclaman, pero creo que tiene que ver con una política de disolver los movimientos sociales y en realidad yo no estoy tan segura que esos restos que han entregado sean de las muchachas, ya son restos, son pedazos mínimos del cráneo o de algún otro hueso.[cm_simple_footnote id=”24″]
Por su parte Vanessa Vargas, establece que la lucha de este Comité de Madres se ha visto en la difícil encrucijada que supone tener que dar la lucha legal a sabiendas de que el mismo Estado participa de alguna manera de la impunidad rampante que rodea estos crímenes. Además de ello ante la certeza de estar en presencia de un enorme negocio de trata de personas, las madres con hijas desaparecidas de la ciudad que luchan en la actualidad han reparado en elementos concretos que puedan estar relacionados con esto. Es por esa razón que el eje de su lucha radica en hacer presencia en el espacio público de la ciudad, pegando pesquisas con el rostro y las señas particulares de sus hijas:
La crítica hacia el estado como perpetuador de esta violencia se ha ido radicalizando, yo lo he visto. El caso del Campo algodonero, hay esa visión de dar la lucha legal, yo creo que se tiene que dar, pero no es todo. Con el Comité de Madres se ha visto de verdad como el estado es cómplice, o como Marisela, que se enfrentó a él y la mataron. Yo considero que no ha sido suficiente porque no ha parado esto, siguen desapareciendo mujeres y más con la supuesta guerra. Es cuando la mayoría de los casos del Comité se les desaparecen las hijas. Las mamás vienen a denunciar, ir a la raíz, que el Estado es cómplice, eso no lo hicieron otras organizaciones […] Las mamás no creen que haya una mafia que hace rituales con las mujeres, denuncian cosas concretas, del panorama de Juárez, se está visibilizando la mujer como mercancía en la frontera o que ya bajó la edad de las mujeres desaparecidas.[cm_simple_footnote id=”25″]
Para este nuevo ciclo de desapariciones, las autoridades que se supone deberían administrar la justicia han innovado sus procedimientos deshumanizados al administrar la entrega de restos que desde hace años están apilados en las oficinas del Servicio Médico Forense de la ciudad. A cuentagotas, elemento que ha sido denunciado como una estrategia de tortura psicológica de las autoridades para las madres y familiares se han entregado en distintas ocasiones fragmentos de cráneos, fémures, o caderas. Como señala Elizabeth Flores:
Yo creo que uno de los más claros ejemplos de la impunidad y de lo poco que se ha avanzado a pesar de las exigencias, es el hecho de los restos óseos que en los últimos años han ido entregando a los familiares. Cuando han sido restos de asesinatos que sucedieron hace años y que también nosotros siempre hemos creído que tienen mucho tiempo que los encontraron y que simplemente no los entregaron. Las madres del Comité con todos los problemas que hay para la organización son un ejemplo de lucha. Primero por su gran dolor, de saber a su hija desaparecida o asesinada. Segundo, de tener una enorme necesidad de trabajar porque son mujeres muy empobrecidas; tercero que su conocimiento del activismo y del gobierno es prácticamente nulo. Entonces empezar a luchar y tener que estar ahí y decidirse estar ahí y querer estar ahí, bueno pues revela el gran valor de esas mujeres. Porque a pesar de todo ahí están, las siguen buscando, siguen presionando, siguen marchando y plantándose.[cm_simple_footnote id=”26″]
Una de las acciones más significativas realizada por este Comité fue la “Caminata por la vida y la justicia para las jóvenes desaparecidas en Ciudad Juárez”, un recorrido de casi 400 kilómetros por el desierto de Chihuahua y en pleno invierno para solicitar una reunión con el gobernador de la entidad César Duarte, con el objeto de exponer los casos de las jóvenes desaparecidas y entregar un pliego petitorio. La agrupación de familiares logró dirigir una vez más la atención de la opinión pública a la ciudad fronteriza y la desaparición de mujeres. Sin embargo, la actuación de las autoridades no pasó de una simple simulación al establecer una agenda con el Comité en el mismo momento en que se desplegó una intensa campaña de hostigamientos hacia este y las personas solidarias con él. Como resultado de ello algunas integrantes del Comité y sus familias, así como Francisca Galván quien durante algunos años fue la representante legal de la agrupación, optaron por solicitar asilo político en Estados Unidos ante las amenazas y el temor a las represalias por llevar a cabo ésta lucha.
Sin embargo, los casos de desaparición y asesinato de mujeres en Ciudad Juárez también revelan otra característica, otro relieve de la problemática. Hablamos de los intentos de manipulación de las madres y familiares que llevan a cabo la búsqueda de las jóvenes. Para ello se ha echado mano de todos los recursos disponibles entre los que se cuentan los antes señalados como el amedrentamiento, cooptación y desmovilización. Incluso, entre las organizaciones que surgieron como resultado de los feminicidios de los años noventa, se encuentran algunas que buscan hegemonizar la causa de las madres que luchan en la actualidad, o bien, las utilizan para seguir obteniendo financiamientos y prebendas, tanto del estado como de la solidaridad nacional e internacional. Para las integrantes de Griterío, quienes como principio de participación política descartan recibir apoyos gubernamentales o tomar parte de iniciativas institucionales, la lucha de las madres siempre ha estado dentro de su horizonte de acompañamiento, pero son conscientes de que otras organizaciones han intentado dirigirlas y utilizarlas:
Hemos intentado trabajar con otras organizaciones, nuestra postura política choca, pero sin embargo creemos tener buena relación con las organizaciones de Juárez, de las luchas más dignas, la lucha de las mujeres. Sí hemos acompañado a las mamás, no sólo por ser mujeres sino por lo que significa. Y esa lucha de las mujeres de alguna manera esas señoras, con todo su dolor, con toda su entereza, nos han enseñado. Es un ejemplo de lucha, pero nuevamente las organizaciones. Es bien difícil como las señoras confían en las organizaciones y pareciera ser que utilizan la lucha para beneficio de la organización, pareciera ser así. Hay señoras que se fueron, que se deslindaron de las organizaciones porque las estaban usando […] Te dicen lo que tienes que hacer, qué sí puedes y que no puedes decir, es como que a veces juegan con el dolor, esa es mi percepción.[cm_simple_footnote id=”27″]
Para las activistas más jóvenes también es patente que ante la notoriedad que ha logrado el Comité de Madres y el acento que han colocado en la existencia de redes de trata de personas y un enorme negocio en torno a la desaparición de mujeres en la ciudad, el Estado ha buscado a otras organizaciones sociales para disolver estos esfuerzos por lograr la justicia para las jóvenes de la urbe, como señala Ileana Espinoza:
…actualmente la conclusión a la que nosotros hemos llegado es que el Estado, las instituciones, están tratando de disolver cualquier tipo de organización que denuncie la cuestión de raíz. Ha habido una serie de Organizaciones No Gubernamentales (ONG) que han tratado al mismo tiempo de colaborar con el Comité de Madres y que han tratado de desviar la denuncia.[cm_simple_footnote id=”28″]
Hasta la fecha el Comité de Madres sigue luchado por sortear las divisiones en algunos casos promovidas por quienes intentan desmovilizarlo, procesar la paulatina entrega de restos de mujeres que de acuerdo a las autoridades y las pruebas realizadas por distintas instancias, corresponden con los de sus hijas desaparecidas. Quizá como uno de sus mayores logros está el de seguir apoyando a las madres y familiares que se siguen sumando al enfrentarse a una problemática que sigue vigente y cuyos casos se cuentan por decenas.
"Para algunas activistas más, el acento de la lucha y la reivindicación está en las diferencias de clase, en el reconocimiento de los procesos de opresión que se instrumentan sobre la población de la ciudad y que se hicieron aún más nítidos a partir del proceso de violencia desbocada que se abre en marzo de 2008, con el arribo de los militares en la ciudad y para el cuál se generó una campaña que intentaba dar cuenta del proceso de exterminio que parecía estar se instrumentando en las y los habitantes de la urbe"
IV. Ser mujer y luchar desde la frontera
Para las activistas más jóvenes que hemos podido entrevistar la experiencia de estar cerca de la lucha del Comité de Madres es algo que las ha marcado de manera profunda y que en combinación con la posibilidad de aproximarse a otras experiencias en la ciudad y el país, ha significado también una reflexión colectiva sobre problemáticas de carácter estructural como la construcción del género, o la asignación social de roles específicos para estos. En este proceso de aprendizaje, las activistas han ido definiendo y redefiniendo cuáles pueden ser los caminos de construcción de una lucha de este tipo, si se tiene que llevar a cabo desde un espacio independiente para las mujeres o sí puede ser mixto, es decir acompañadas por varones que también identifican la necesidad de reflexionar sobre estas problemáticas. De esta manera, para Yessica la posibilidad de compartir y construir espacios de discusión y construcción colectiva con sus compañeras ha sido una oportunidad para avanzar en la identificación de opresiones que de manera previa no consideraba:
Yo siempre he pensado que la historia de cada quien es muy importante. Por ejemplo yo no conocía la opresión hacia la mujer, yo pensaba que así era, que así tenía que ser, que la mujer debe estar sometida, yo lo veía con mi mamá. Lo vi con relaciones que yo tuve: que me hizo esto porque fue mi culpa, pero en realidad no, no es así. Yo con ellas conocí la opresión hacia la mujer y yo digo que es muy importante la historia de cada quien porque es la que te va definiendo. Por eso digo que es muy importante deconstruir lo que este sistema nos echa a cuestas, por ejemplo, eso de que yo pensaba que la mujer siempre debía estar sometida y yo conocí con ellas que no es así, que las mujeres también tenemos derechos, podemos luchar; que nos podemos defender, que podemos decidir sobre nuestro propio cuerpo, que nadie nos puede violar, tocar, si no queremos. Yo no conocía eso y empezamos a conocernos, a platicar, a confluir, a tener puntos de acuerdo, apoyarnos una a la otra y yo creo que conocer esos procesos de la opresión, de luchar con el Comité, nos llevó a tener la necesidad de un espacio de mujeres independientes que lucharan contra el sistema y por eso sale Iniciativa Feminista, de la necesidad de tener nuestro propio espacio, de platicar más entre mujeres, porque sí es necesario que existan espacios independientes.[cm_simple_footnote id=”29″]
Para otras de las activistas entrevistadas, el diálogo en torno a estas problemáticas las ha llevado a concebir la lucha de género como una sola que se debe de dar en conjunto entre hombres y mujeres, como una construcción compartida. Tal es el caso de Diana, quien relata cómo fue que a partir del acompañamiento que hicieron con las madres que buscan a sus hijas desaparecidas, visualizaron otros ejes de la lucha que había que dar y en los que los compañeros activistas no deberían quedar excluidos:
En la caminata coincidió con una discusión que veníamos teniendo nosotros y nosotras sobre la lucha de las mujeres, ¿qué tan importante era hablar de la lucha de las mujeres en la ciudad? más allá de la lucha de las mujeres vinculada a las desapariciones y a los feminicidios. Entonces estuvimos varios meses discutiendo esto y explotó con la caminata ya que precisamente las mamás están abocándose a una parte de la lucha de las mujeres, pero hay otras partes que no abarcan en la lucha; como no cuestionarse esos roles impuestos de mamá, de esposa, de trabajadora, y nosotras y nosotros empezamos a discutir esto y fue así como nació la idea del colectivo feminista. Vimos que es bastante importante empezar a generar reflexiones en torno a la violencia de género y luego ahí hubo una discusión que todavía no termina, no ha terminado porque eso nos llevó a reflexionar que la lucha de las mujeres es una parte más de la lucha de género, pero no lo es todo […] Más allá de que nosotras nos podemos organizar, no puede ser de manera aislada, es una construcción en conjunto, porque lo que hemos concluido es que el patriarcado también afecta a los hombres […] Esa es la discusión más fuerte que hemos tenido, cómo organizarnos frente a eso.[cm_simple_footnote id=”30″]
Para algunas activistas más, el acento de la lucha y la reivindicación está en las diferencias de clase, en el reconocimiento de los procesos de opresión que se instrumentan sobre la población de la ciudad y que se hicieron aún más nítidos a partir del proceso de violencia desbocada que se abre en marzo de 2008, con el arribo de los militares en la ciudad y para el cuál se generó una campaña que intentaba dar cuenta del proceso de exterminio que parecía estar se instrumentando en las y los habitantes de la urbe:
Yo creo que de las luchas en la ciudad, que nos enseñen, es la lucha de las mujeres. Y nosotras como mujeres, hemos aprendido a enfrentar el monstruo, que es el Estado, que es la cotidianidad, aquí en la ciudad todos somos vulnerables. En algún momento estuvimos trabajando la campaña ¡Ni una más, Ni uno menos! Porque aquí la bronca no es ser mujer u hombre, aquí la bronca es ser jodido.[cm_simple_footnote id=”31″]
En todo caso, se trata de un proceso lento, difícil y complejo, en que la necesidad cotidiana de la lucha contra la injusticia, la violencia, o la militarización; se mezcla con la construcción colectiva y el reconocimiento de problemáticas que subyacen a la experiencia de ser mujeres que habitan en la frontera. A pesar de todas las diferencias y matices que existen entre las estrategias y definiciones políticas de las activistas que hemos entrevistado, para todas ellas existe un enorme compromiso con las luchas de su ciudad, con la necesidad de transformar el orden de cosas vigente que nos lleva a la catástrofe.
De esta manera, para Elizabeth Flores, con un largo recorrido en la lucha y el acompañamiento de distintos procesos sociales, el trabajo a realizar es con la gente, en su caso específico con las obreras y los obreros de las maquiladoras:
Estamos las partes que consideramos que la transformación va a venir de abajo para arriba, que hay que trabajar abajo para ir construyendo hacia arriba y hay quienes le apuestan a que el cambio va a venir de arriba, siguiendo o dialogando, de alguna forma conviniendo y hay otros que decimos no, el cambio ya no da, esto ya no da, entonces también nos identifica nuestra postura, que es una postura política hacia los problemas que tenemos.[cm_simple_footnote id=”32″]
Para las integrantes de Griterío a quienes ha costado el aislamiento defender con firmeza una postura política basada en la autogestión y la autonomía; el ser activistas mujeres en la ciudad implica una responsabilidad con las diferentes luchas que tengan como objetivo transformar la estructura que nos rige:
Debe de haber mucho compromiso, te da cierta responsabilidad ser mujer y vivir aquí, donde se violenta a tal grado el género, el ser mujer. Yo insisto que no sólo como mujer, o no sólo en Ciudad Juárez. Es cierto que a las mujeres nos va para la chingada aquí, pero no creo que sea una situación meramente de Juárez. Aquí los hombres no pueden salir a la calle, a un hombre pobre le piden identificación y si no tiene, se lo llevan, lo golpean, lo culpabilizan de crímenes. El problema es de políticas neoliberales. Tenemos que luchar por un cambio de toda la estructura, capitalista.[cm_simple_footnote id=”33″]
Para Ileana Espinoza, como para el resto de las activistas de la ciudad, la participación política implica asumir el riesgo de la represión y por lo tanto la necesidad de contrarrestar el miedo de manera colectiva:
Ser activista en Ciudad Juárez es enfrentar un miedo, es asumir que actuando políticamente es posible enfrentar el miedo, más como mujer, me reivindico como mujer por definirme como un actor político. Mi quiebre viene a partir de la militarización, cuando me empiezo a politizar, es un despertar, de una sensibilidad y más que eso de una indignación. Siempre hemos sido pocos y siempre ha sido difícil, se hace lo que podemos y en torno a los recursos que tenemos y el capital político. Para mí significa mucho, es lo que estoy convencida que quiero hacer, que debo denunciar.[cm_simple_footnote id=”34″]
Para Diana, el sentido de ser activista implica la organización para resistir a los distintos niveles de la opresión que se dan en la vida cotidiana y al mismo tiempo luchar en un contexto adverso en el que la estrategia de supervivencia de muchas personas radica en invisibilizar las problemáticas de la ciudad:
Es una forma de organizarme, es una forma de resistir a muchas de las cosas que se viven en el día a día. Y como mujer pues es precisamente reivindicarme, deconstruirme a partir de mí y empezar a conocer las estructuras que me oprimen, que son varias. También es lo otro, ser activista en Ciudad Juárez, además de que es difícil, porque somos pocos, hay poca credibilidad de parte de las personas, se ha hecho toda una fama en torno a ser activista y entonces es más bien peyorativo. Es desesperanzador a veces que no te escuchen, que no te vean, que no te tomen en cuenta o que la ciudad se va acondicionando a sí misma para no visibilizar las necesidades y el por qué manifestarse. Sí seremos pocos y será bastante difícil llegar a acuerdos, a organizarnos pero yo creo que lo veo más como parte de mi día a día, no me veo haciendo caso omiso de todo lo que veo y de todo lo que pasa.[cm_simple_footnote id=”35″]
Finalmente para Yessica Morales, la posibilidad de participar en distintas iniciativas, que van desde el acompañamiento de la lucha contra las desapariciones y los asesinatos de mujeres; hasta la posibilidad de formar parte de una okupa y resistir desde ese espacio ha implicado un cambio radical en su vida, un descubrimiento de la posibilidad de transformación:
Yo nunca pensé que fuera andar aquí, que yo fuera a hacer esto. Yo era cristiana vivía en mi mundo de perfección color de rosa, con la venda en los ojos. Entonces el que te quites esa venda de los ojos y te des cuenta de que la gente está jodida: tú vas al centro de la ciudad y ves muchos indigentes que no pueden estar ahí en el centro porque pasan los chotas* y se los llevan. Te quitas la venda y te das cuenta de las desapariciones de mujeres, lo menciono mucho porque es algo que me ha marcado. Ese es mi eje de lucha, la lucha contra el feminicidio, por el derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo, porque sí he ido descubriendo esas cosas sobre la marcha y para mí significa todo. Mi proyecto de vida es seguir luchando en Ciudad Juárez […] Para mí estar haciendo esto es todo, por ejemplo estar viviendo en una okupa, no pagar renta, vivir contra este sistema, estar resistiendo […] Es todo para mí luchar, yo ya lo tomé como mi vida, es estar luchando todos los días, todos los días. Ser activista aquí en Ciudad Juárez, en la frontera..[cm_simple_footnote id=”36″]
Excelente lectura que nos trasporta al momento en que se dio un renacer de las luchas organizadas en un ambiente de coincidencia que parece se está diluyendo y nos invita a retomar el análisis del proceso de confrontación entre quienes acompañamos esa ruta de lucha de nuestras mujeres luchadoras que se extiende hasta ellas mismas en este momento.